Estoy 2600 metros más cerca de las estrellas, eso dice la propaganda y en el sentido literal de la palabra lo es, pero ¿en el sentido metafórico es así? Me siento 2600 metros más estrellada, llegué hace un mes y aún es muy poco tiempo para adaptarme; aún lloro algunas noches recordando Cali, aún despierto sintiéndome con el sudor de las mañanas en el Valle, aún pienso que son sólo unos días en la capital, aún busco con ansias locas desatar mi pasión por el baile; aún no aterrizo en mi nueva realidad.

Parafraseando a Carrasquilla en una de las cartas a su familia

“No sé cómo componérmelas para hablarles del tal Bogotá, sin decirles mentira: si les digo que me ha gustado, miento; y miento también si les digo lo contrario. Lo mejor será decir, aunque parezca un contrasentido, que me ha chocado y agradado a la vez. Trataré de explicarme: Bogotá es la ciudad de los contrastes y de las contradicciones; parece un rebrujo de cosas lindas, nuevas y preciosas, y de vejeces, basuras y porquerías”

Eso es exactamente lo que siento y pienso en este momento de Bogotá, que es una contradicción. Y son contradictorios los sentimientos que tengo. Y aunque sigo pensando en que es una ciudad maravillosa, misteriosa, y cautivadora; ya no me lo parece tanto. Es como el Quijote enamorado de una Dulcinea que no existe, aunque Dulcinea en verdad existe pero no la que él ve. Así me siento y Dulcinea por fin apareció. Aunque sé que está ahí, que es real, no es la que yo tenía en mi cabeza, pero tampoco me siento decepcionada. Igual sigo pensando que fue la mejor decisión tomada, que debía partir, que quedarme significaba morir de alguna forma, que ese ciclo ya se debía cerrar.

Sin embargo, hay algo que creo firmemente. Que mi lugar aún no está aquí, que este no es mi destino final, que hay algo más, otro más allá aún no sé dónde que me espera, que es el mío y aún sigo buscándolo, espero que mi corazón me lleve a él cuando sea el momento. Tal vez Kavafis tenga razón cuando dice que “la vida que aquí destruiste, la has destruido en toda la tierra”. A lo mejor esté tratando de huir de las ciudades porque hay algo en ellas que no me gustan, pero en realidad estoy tratando de huir de mí misma, de mi propia historia, de mi propia destrucción y eso es algo imposible. Sólo el tiempo lo dirá.

He tenido que armarme de mucha paciencia para ver cristalizados los proyectos y sueños que tenía al venirme y he tenido que aprender que las cosas no son como yo quiero o al ritmo que me parezca sino como ellas solas se van dando, como DEBEN irse dando. Por ahora no ha pasado mucho, al menos nada extraordinario, pero nadie dijo que comenzar era fácil, sin embargo, tengo el más grande apoyo que es mi mamá, la tengo a mi lado y eso me da fuerzas para seguir. Sé que cuando todo comience a marchar, las cosas van a cambiar y van a pasar vainas extraordinarias y el ritmo también cambiará. Sólo espero que ese día llegue pronto, necesito empezar mi vida.

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