Alguna vez, mientras entraba en mi adolescencia y salía de ella en un mar turbulento de ideas, contradicciones y descubrimientos, escribí, escribí mucho, superficial o profundo, pero escribía. Todo lo que pasaba [más por el corazón que por la cabeza] terminaba plasmado en una servilleta, tiquete de supermercado, parciales de universidad, hojas sueltas...quisiera volver a ello, pero mientras tanto decidí publicarlos aquí, finalmente esto es tan íntimo y personal como mis pensamientos

Palabras tímidas, quedas; es todo lo que tengo para hablarte mientras éstas se agolpan y estrujan en la garganta intentando salir. Es así como no me queda otro recurso que el cuerpo, el mismo que a través de los años he aprendido a manejar y con el que he podido liberar todo aquello que las palabras no pueden.

El cuerpo y mis ojos que tratan de decirte lo que siento cuando te veo, cuando estoy cerca de ti...los mismos ojos que son la ventana de mi alma, de mis sentimientos.

El cuerpo y mis pulsaciones que van guiadas por el galopar de un corazón que se agita cuando te siento cerca o lejos, sobre mis labios o al otro lado de la línea.

Mi piel y sus vellos que se erizan con tu respiración, tu olor, tu sonrisa, tus brazos y abrazos, tus palabras, tus silencios...

Mis sentidos que se alborotan y ponen al límite, que se despiertan atentos a tus movimientos tratando de seguirlos, jugar con ellos y...

...lo otro, lo otro lo dejo a tu imaginación a lo que ya sabes que pasa más allá de tus percepciones -incluso de las mías.

Y lo otro, lo otro se queda en las palabras quedas y tímidas, en las que no salen, en als que se ahogan, en las que suspiran.

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